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La vita è strana, a volte, o meglio, la vita è quasi sempre strana. Per moltissimo tempo ti sembra di non invecchiare affatto e poi un bel giorno, davanti allo specchio, ti accorgi che gli anni ti sono piombati addosso tutti insieme. Fu così che mi successe quella mattina. Ero appena uscita dalla doccia e stavo per pettinarmi quando di colpo mi vidi davanti una cinquantenne che mi osservava con diffidenza. Quella poveraccia aveva i capelli crespi, la pelle cascante e la faccia di chi ha visto il diavolo in persona. Ero io, sempre io, ma a un’età che non era la mia. Qualcuno mi aveva fatto un incantesimo? O era la maledizione del peccato originale? Non essendo superstiziosa optai per la spiegazione biblica, molto più antica e rispettabile del volgarissimo malocchio. Ma come se non bastasse, visto che le punizioni bibliche sono sempre ad ampio spettro, ne ricordai un’altra che mi riguardava da vicino: «Ti guadagnerai il pane con il sudore della fronte». Come potevo concedermi un intervento d’emergenza in un centro estetico se in meno di quaranta minuti dovevo essere in commissariato? Era troppo tardi per chiedere mezza giornata libera per motivi personali. Ma l’estetica vuole la sua parte, questo è indubbio. Decisi che avrei chiesto a Garzón di coprirmi per un paio d’ore mentre cercavo di rimettere ordine nello sfacelo del mio aspetto.

La vida es extraña a veces, o para ser más precisa, es extraña casi siempre. No te das cuenta de que vas envejeciendo y de repente un buen día, frente al espejo, percibes que te han caído encima un montón de años sin comerlo ni beberlo. Aquella mañana me sucedió exactamente así. Salí de la ducha y, al peinarme, descubrí la imagen de una casi cincuentona que me observaba. La muy descuidada tenía el pelo encrespado, la piel macilenta y cara de haber visto al diablo en persona. Era yo, yo misma pero con una edad que no sentía como propia. ¿Alguien me había lanzado un conjuro, o se trataba de la antigua y conocida maldición del Paraíso Terrenal sobre los seres humanos? Puestos a ser supersticiosos, me decanté por el Génesis, con mucha más tradición y categoría que el mal de ojo. Además, como las maldiciones de la Biblia son de amplio espectro, enseguida recordé otra que también me concernía: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente». No podía iniciar un autosalvamento de urgencia yendo al salón de belleza porque, pasada una hora, me esperaban en comisaría. Ya era demasiado tarde para pedir una jornada libre por asuntos privados. Sin embargo, puesto que en el fondo son conceptos casi paralelos, me arriesgué a decantarme por la estética en detrimento de la ética. Le pediría a Garzón que me solapan un rato en el trabajo mientras yo intentaba insuflar cierto orden en el caos de mi aspecto.

Me ne importa assai poco, non lo amo più. Anzi, in questo momento mi domando addirittura se sono mai stata innamorata di lui. Quindici anni di matrimonio, ecco la cosa peggiore, la sensazione di avere perso il mio tempo. Eppure, che altro avrei potuto fare in questi anni se non fossi stata sposata con lui? Non lo so, nessuno può indovinare il futuro, ma neppure congetturare come sarebbe stato il passato se uno degli elementi della nostra vita fosse stato diverso. Come donna devo essere ben strana: invece che strazio e disperazione quello che provo è soprattutto curiosità. Ma forse sto solo cercando di non cadere nello stereotipo più trito della moglie tradita e abbandonata. Ebbene sì, mio marito mi ha mollata per un’altra, più giovane, più bella, più simpatica e ottimista di me. Una ragazza senza un solo problema, fresca come una rosa. Un’interprete di congressi, bionda e spiantata. E probabilmente inesperta della vita, data la sua gioventù.

Me importa muy poco, ya no lo quiero. En estos momentos incluso me asalta la duda de si alguna vez estuve enamorada de él. Quince años de matrimonio, eso es lo malo: la sensación de tiempo perdido; aunque ¿qué hubiera hecho durante esos quince años de no haber estado casada con él? No lo sé; nadie está capacitado para adivinar el pasado, pero mucho menos para conjeturar cómo hubiera sido el pasado en caso de variar algunos de los componentes de nuestra vida. Debo de ser una mujer extraña; en vez de estar llorando a lágrima viva, mi sentimiento más intenso es la curiosidad. Quizá solo pretendo ser diferente para no engrosar una nómina muy común: la de esposa abandonada. El asunto admite pocas interpretaciones: me han abandonado. Mi marido me ha dejado por otra más joven, más guapa, más alegre y optimista que yo. Al parecer es una chica sin problemas, fresca y lozana como una flor. Traductora simultánea en congresos. Rubia, sin un céntimo. Probablemente inexperta en amores, debido a su juventud.